La ciudad de Mar del Plata renombró recientemente la calle 515, que conecta la ruta 11 con la ruta 88, como “Héroes del ARA San Juan”. El gesto busca honrar a los 44 tripulantes fallecidos el 15 de noviembre de 2017 en el submarino. Pero detrás del homenaje, hay historias vivas que aún conmueven. Una de ellas es la de Marcos Molina, suboficial mayor retirado, quien integró la tripulación del ARA San Juan durante una década y también estuvo embarcado en el ARA General Belgrano.

En diálogo con GABAL, expresó: “Me emociono”, indicó al inicio de la charla. Su vínculo con el San Juan comenzó en 1986, cuando el submarino llegó al país desde Alemania. “Era la unidad moderna, la vedette del comando de la fuerza de submarinos”, recuerda. Estuvo a bordo hasta 1996, y también navegó en el ARA Salta y el ARA Santa Cruz, llegando a participar en ejercicios internacionales junto a la Armada de Estados Unidos.

El ARA San Juan, como los demás submarinos argentinos, tenía tareas de patrullado marítimo. “Cuando hay una ciudad flotante de pesqueros, como pasa en nuestro mar, el submarino es la única forma de controlar en silencio lo que ocurre”, explica. Por su sigilo y su capacidad de permanecer sumergido largos períodos, era clave en misiones de control y vigilancia.

Molina habla con conocimiento técnico y emocional. El día en que se perdió contacto con el submarino ARA San Juan en el 2017, lo recuerda con nitidez: “Estaba descansando y me llamó un compañero desde Buenos Aires. Me dijo ‘¿qué sabés del submarino perdido?’. Ahí me enteré”. Desde ese momento, siguió cada novedad con atención y angustia. “Yo siempre pensé que el San Juan no se podía perder. Y hasta el día de hoy no me convenzo”, confiesa.

La tragedia lo tocó de cerca. Conocía a varios de los 44 tripulantes, incluyendo al comandante y al segundo comandante, y hasta al suboficial de unidad. También a Eliana Krawczyk, la primera mujer oficial submarinista. “No eran improvisados. Todos estaban altamente capacitados”, asegura.

Sobre las causas del hundimiento, evita especular pero admite que hubo falencias estructurales. “Con el diario del lunes uno entiende cosas. Yo trabajé en la galería donde se generó el cortocircuito... sé de qué se habla”. Aun así, destaca la entrega de los tripulantes: “La profesionalidad era total. El problema no fue humano”.

Molina se retiró en 2008, pero sigue vinculado a la Armada. Participa de ceremonias, es convocado a actos y mantiene vivo el recuerdo de sus compañeros. Porque como él dice, el mar guarda secretos, pero también la memoria.

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