GABAL, estuvo presente en el Cuartel Central de Bomberos, allí donde se desarrollan "las inferiores" de la Asociación de Bomberos Voluntarios y del Cuerpo Activo: la Escuela de Cadetes. Un espacio donde reina no sólo el compañerismo, sino el respeto, la organización y la disciplina, pilares fundamentales para la formación y el trabajo de los futuros y actuales Bomberos Voluntarios.
Historia y presente
La Escuela de Cadetes nació en 1992, casi como un juego. Lo recuerda con claridad Walter Ivorra, actual director de la escuela: “En ese entonces, el jefe era Julio César López. Se armó una escuelita con hijos de bomberos, chicos de 7, 8 o 10 años que venían a jugar. Todos eran hijos de bomberos. Así comenzó”.
Lo que empezó como una prueba de fuego terminó formando a quienes hoy están a cargo del cuartel: “El jefe del cuerpo activo (Federico Mancini), su hermano (Nicolás Mancini) que es segundo jefe, y gran parte de la jefatura actual salieron de esa escuelita”, cuenta con orgullo Ivorra. “Estamos muy satisfechos con los frutos que ha dado, porque todos esos chicos hoy dirigen nuestra querida institución”.
La Escuela ha crecido, se ha formalizado y se ha convertido en un semillero, fundamentalmente de valores. Muchos chicos que pasan por allí siguen el camino y se convierten en bomberos. Otros, aunque tomen otro rumbo, se llevan aprendizajes de por vida. “Lo que aprenden acá no se olvida nunca. Lo pueden aplicar en cualquier emergencia, en cualquier momento”, dice Walter.
Hoy, la escuelita tiene diez nuevos integrantes, entre 12 y 14 años. Todos los miércoles, de 19 a 20:30, se reúnen para entrenar, conocer las herramientas, aprender técnicas de primeros auxilios, y sobre todo, para compartir un espacio donde la solidaridad y la vocación están todo el tiempo presentes.
Los nuevos cadetes: sueños, admiración y ganas de ayudar
Betiana tiene 13 años y se unió a la escuela porque vive cerca del cuartel. Hizo una prueba, le gustó y se quedó. “Quiero ser bombera porque no hay muchas bomberas y está bueno que las mujeres también puedan hacer cosas que hacen los varones”.
Agustín, de 12 años, cuenta que siempre admiró a los bomberos: “Me impresionaban, me gustaba verlos en acción. Entré y me gusta más de lo que esperaba. Quiero salvar vidas, ayudar al otro. Acá aprendimos cosas como RCP, que no aprendés en la vida cotidiana”.
Pedro, también de 12, comparte la misma emoción: “Me gustan las unidades, cómo trabajan, el aprendizaje. Además, mis compañeros también son lo mejor”.
Delfina, de 14, recuerda cómo de chica se emocionaba cada vez que pasaba un camión de bomberos. “Quiero ayudar, salvar vidas con mis compañeros. Me gusta saber más cosas, aprender. Es emocionante ver pasar a los bomberos, pero también saber que son personas como nosotros que pueden ayudar mucho”.
Clara, de 13, se unió motivada por una amiga. “Vivo cerca, veía los camiones y me llamaban la atención. Me gusta el compañerismo, el aprendizaje desde chicos, lo que te sirve adentro y afuera”.
Andrés, de 15, contó que desde siempre escuchaba las sirenas y veía el humo de incendios. “Desde chico me gustaba lo que hacían. Y está buenísimo porque si pasa algo, ya sabés qué hacer. Estás preparado”.
Una bandera, un símbolo
La Escuela de Cadetes también tiene su estandarte, un símbolo construido colectivamente. Hace unos años, se hizo un concurso de dibujos entre todas las escuelas, y con la ayuda de una profesora de Artística, se eligió el diseño ganador: un loro con una bandera, hoy convertido en el logo de la escuela que lleva el nombre de Alfredo Caparelli, uno de los fundadores de la Asociación de Bomberos Voluntarios de Balcarce.
Cada detalle cuenta en este espacio donde los chicos aprenden, se forman y se convierten, paso a paso, en referentes. Lo saben Walter y Oscar Pilone, dos de los bomberos con décadas de experiencia, que siguen al frente de la escuela transmitiendo conocimientos y valores. “Después de 30 años, seguimos dando batalla. Los chicos son muy permeables, aprenden enseguida, les gusta, y eso hace todo más fácil”, dice Oscar con una sonrisa.
En cada miércoles de práctica, en cada casco que se ajusta, en cada charla con los chicos, se construye futuro. Pero también una alternativa, una opción más para los jóvenes, una motivación distinta, que no sólo les enseña a estar preparados frente a una emergencia, sino también el respeto por el otro, los valores del ser humano y por supuesto, "la llama", ese fuego sagrado por ayudar a otros, que esperan todos, sea el único que no se extinga nunca más.
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