Cuando el año pasado Estados Unidos se retiró apresuradamente de Afganistán, el presidente Joe Biden prometió no permitir que el nuevo régimen de los talibanes hiciera del país un refugio seguro para los terroristas.
Esto dejó claro que, para la administración de Biden, la prolongada guerra contra el terrorismo no se acercaba a su fin.
Casi un año después, los principales asesores de seguridad del presidente le sugirieron que agentes de inteligencia podrían haber localizado al líder de al Qaeda, Ayman al-Zawahiri, en Afganistán.
Un objetivo de alto valor
En sesiones informativas, autoridades del gobierno indicaron a la prensa que creían que Zawahiri había regresado a Afganistán el año pasado, tras producirse el colapso del gobierno respaldado por occidente.
Los espías estadounidenses prestaban especial atención a Afganistán desde la retirada de sus tropas, en busca de señales de que los líderes de al Qaeda estuvieran regresando poco a poco al país, declaró un asesor de Biden.
Al Zawahiri se habría instalado con su esposa e hija en un gran complejo con altos muros protectores en el centro de Kabul.
El barrio que escogió Zawahiri, un área relativamente próspera llamada Choorpur, había acogido embajadas y viviendas de diplomáticos extranjeros bajo la anterior administración.
Ahora, la mayoría de los altos funcionarios talibanes viven en las lujosas instalaciones de esa zona.
A principios de abril, autoridades de la CIA comunicaron algo importante a los asesores de Biden y luego al propio presidente: habían identificado una red que apoyaba al líder de al Qaeda y su familia, según varias fuentes de inteligencia.
Los espías estudiaron patrones de comportamiento de los residentes de la casa, incluidos los particulares gestos de una mujer que los espías identificaron como la esposa de Al Zawahiri.
Los funcionarios aseguraron haber reconocido su uso de las "habilidades" terroristas al intentar evitar el acceso de personas a la vivienda de seguridad de su esposo en Kabul.
Observaron que, desde que llegó a la casa, Al Zawahiri nunca abandonó las instalaciones y tenía el hábito de asomarse, de vez en cuando y por cortos períodos de tiempo, a un balcón frente a los muros de la propiedad.