La atleta Emilia Scioli participó por primera vez en una maratón y eligió un escenario cargado de simbolismo: la Maratón de la Bandera en Rosario. En diálogo con GABAL, compartió su vivencia como deportista y mujer que se animó a correr 42 kilómetros sin compañía, pero con la cabeza y el corazón puestos en un objetivo muy personal.
“Ustedes ya saben que a mí me encanta el deporte”, dijo Emilia, que venía de completar dos medio Ironman en Punta del Este y San Juan. Tras renunciar a una plaza para el Mundial en Marbella, se propuso un nuevo desafío invernal: correr su primera maratón completa, y hacerlo en Argentina.
La carrera fue un viaje en muchos sentidos. “No conseguía a nadie para entrenar ni para correr. Dije ‘la voy a hacer igual’, y entrené sola”, explicó. Desde Uruguay viajó sola a Rosario, una ciudad que significaba mucho en lo personal, ya que no la visitaba desde su separación hace seis años. “Fue toda una bienvenida importante”, reconoció.
Correr 42 km no es solo físico: es mental. “Entrenaba sola, pero en realidad lo que iba entrenando era mi cabeza”. A pesar del cansancio, la humedad del 96% y las emociones a flor de piel, Scioli logró cumplir con su plan de carrera y cruzó la meta acompañada de otra corredora a la que no conocía. “Nos abrazamos como si fuéramos amigas de toda la vida. Llegamos”.
Su desempeño fue notable: se ubicó 55° entre 1594 mujeres que participaron en un evento que reunió a más de 2500 atletas. Pero para ella, la posición fue anecdótica. “Nunca miro el número de llegada, eso me presiona. Lo importante era cumplir el objetivo, disfrutarlo”.
Además de las condiciones climáticas y el esfuerzo físico, Emilia resaltó la planificación: analizó el circuito, la hidratación, la alimentación, la indumentaria. “No innovo en carrera. Pruebo todo antes, desde los geles hasta la vaselina para evitar rozaduras”.
Finalmente, la maratón también dejó una enseñanza de vida: “No siempre necesitás que alguien te acompañe. A veces uno tiene que animarse sola, y eso también es crecimiento”.
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