En Balcarce, los accidentes de tránsito ya no sorprenden. A lo sumo, indignan un rato. Un mensaje reenviado, una publicación más en redes sociales, alguna foto de una moto debajo de una camioneta o un auto contra una columna. Y seguimos.

La escena se repite con una regularidad alarmante: motos sin luces ni cascos, camionetas que doblan sin mirar, autos que circulan como si estuvieran solos en la calle. La responsabilidad individual es clave, pero también debemos reflexionar sobre nuestra actitud frente a la prevención y el respeto por las normas.

Los vecinos saben que salir a la calle —ya sea caminando, en bici, en moto o en auto— implica un riesgo. Y lo más triste es que lo aceptamos. Nos estamos acostumbrando a convivir con la violencia vial como si fuera inevitable. Pero no lo es. No debería serlo.

No alcanza con pedir "más educación vial" o poner carteles. Hace falta que la prevención deje de ser una palabra vacía. Y también hace falta que todos, como ciudadanos, nos hagamos cargo del rol que jugamos: la libertad individual no puede ser sinónimo de hacer lo que se quiere sin importar al otro.

Cada accidente es una historia rota. Una familia que espera, un trabajador que no llega, una vida que cambia en un segundo. ¿Cuántas más vamos a tolerar antes de entender que no estamos hablando de números, sino de personas?

Balcarce merece calles más seguras. Y eso no va a pasar por arte de magia. Es hora de dejar de mirar para otro lado.

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