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El profesor Agustín Molpeceres visitó, este martes por la mañana, los estudios de GABAL donde en una charla íntima y distendida habló de su presente profesional, su regreso a Balcarce, el valor de la formación integral en el deporte y la importancia de frenar tras años en el alto rendimiento.

Molpeceres se refirió a su tarea actual con los más chicos en la escuelita de Racing Club, donde trabaja con nenes desde los tres hasta los siete años: “Son chiquititos, pero disfrutan y aprenden. Yo ya había trabajado en jardín, es una etapa que me gusta mucho”. También coordina actividades en el Colegio San José, institución a la que volvió este año: “Es un colegio distinto, te da vida. Me acomodaron las horas para poder estar y lo disfruto mucho”.

Aunque recibió varias ofertas de clubes, explicó que eligió quedarse en Balcarce: “Racing me llamó muchas veces, también otros clubes, pero estaba medio negado. Un día pensé que no venía nunca más a Balcarce, ni a comer un asado. Entonces decidí volver, estar un poco más cerca, compartir. Hoy elijo estar acá”.

Sobre su paso por el alto rendimiento, contó: “Durante 10 años di todo porque cuando hago algo no lo hago a medias, lo hago a fondo. Hay mucha presión, muchos sacrificios. Cada día que no entrenás es un día perdido para el jugador. No hay feriados, ni cumpleaños. Llegó un punto en el que necesitaba una pausa”.

También habló de sus experiencias internacionales: Panamericanos, Juegos Paralímpicos y su paso por clubes como Aldosivi. “Desde chico soñás, pero no imaginas cantar el himno en un Maracaná lleno. Es movilizante. Te sentís responsable, llevás la bandera en el corazón”.

Recordó con orgullo su participación en los Juegos de Tokio y cómo fue aplicando aprendizajes de distintas culturas en su carrera: “No me casé con un solo modelo. Tomé cosas de cada país para armar mi propia teoría. La clave está en entender que las personas cambian, que hay que adaptarse”.

Finalmente, destacó la importancia del trato humano en el deporte: “No todos los chicos necesitan lo mismo. A algunos hay que hablarles, a otros darles espacio. Escucharlos, acompañarlos, es clave. Si están bien en la vida, van a estar bien en la cancha”.

Hoy, Agustín Molpeceres disfruta de un presente más calmo, cerca de sus afectos y en contacto con su ciudad natal. “Balcarce es volver a los principios. Es mi pausa, mi lugar de desconexión”, concluyó.

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