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Luis Benedetto cumple 50 años de trabajo en su fábrica de mosaicos, un legado que iniciaron su padre y su tío en 1968 y que hoy sigue con pasión y esfuerzo. En una charla amena, repasó su historia, los cambios en el rubro y el desafío de mantener una tradición familiar en un mundo en constante evolución.

"Empecé a trabajar acá a los 12 años, en 1975. Mi papá y mi tío iniciaron este proyecto. Con el tiempo, fui aprendiendo el oficio y me hice cargo de la fábrica. Ahora espero que sigan mis hijos y podamos mantener esto por al menos 12 o 15 años más", comenta con orgullo.

Luis recuerda cómo era el barrio cuando comenzó: "La calle 32 no era lo que es ahora, era de tierra, había muy pocas casas y apenas un alumbrado en el medio. Con el tiempo, todo se fue urbanizando, llegaron más vecinos y la fábrica también se fue modernizando".


El oficio y sus desafíos

La fábrica atravesó momentos difíciles, sobre todo con la llegada del cerámico en los años 90. "Ahí el mosaico perdió un 50% de su mercado, quedó relegado a veredas, patios y garajes", explica. Sin embargo, supo reinventarse con productos como mosaicos térmicos para piletas y diseños personalizados. "Seguimos trabajando, aunque ya no es para tener cinco o seis empleados. Con mis hijos es suficiente".

Luis enfatiza la importancia de la disciplina financiera: "Aprendí de mi padre y mi tío a pagar siempre en término. Primero los sueldos, luego los impuestos. Antes de deber, preferían no comer". Una filosofía que le permitió sortear crisis como las de los 90 y 2001: "Hubo momentos donde pasábamos meses sin trabajo, pero con organización lo superamos".


Pasado, presente y futuro

Luis comienza su jornada a las 5 de la mañana, descargando material antes de que el tráfico complique la tarea. "Me gusta lo que hago, no lo hago por necesidad. Podría haberme retirado hace 10 años, pero sigo porque quiero. Este es mi lugar en el mundo".

Con 62 años, tiene claro su horizonte: "Voy a seguir hasta los 75 o 77 si Dios quiere. Si mis hijos no hubieran seguido ya hubiese bajado la persiana. Pero por ahora, vamos adelante". Además, menciona que le gustaría enseñar el oficio a las nuevas generaciones: "Hoy hay chicos que no conocen lo que es trabajar con las manos, fabricar algo desde cero. Me gustaría compartir lo que aprendí".

Su historia es un testimonio de trabajo, perseverancia y amor por un oficio que ha sabido sostenerse en el tiempo, adaptándose a los cambios sin perder su esencia. Medio siglo de dedicación que deja huella no solo en cada mosaico fabricado, sino también en la historia de su ciudad.


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